El centro del bastidor es un agujero negro, que atrae, abduce hacia el centro del universo, escribe Sebastián Hacher después de aprender a bordar. Si el bordado fue siempre patrimonio de abuelas y una “labor” para hacer en la casa, el arte le abrió las puertas y se lo apropió: ahora hay marcas de hilo que auspician artistas, pintores que aprenden a bordar, muestras en museos y hasta estrellas del bordado. Este diario es un registro sobre lo que sucede cuando un hombre se sienta y toma las agujas.
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